La palabra fue, es y será el instrumento más importante que el hombre ha utilizado a lo largo de su existencia desde tiempos antiguos hasta nuestros días, cuando el ser humano tuvo la necesidad de comunicarse para interactuar con los demás, apeló al dialogo, ya sea gestual, oral o escrito para tratar de comunicar sus inquietudes, necesidades, ideas o planteamientos, esto se debe a la necesidad de los seres humanos de interactuar como grupo, puesto que fuimos y somos seres que para poder subsistir a lo largo del tiempo tuvimos que apoyarnos entre si, por ende tuvimos que “socializar” entre nosotros mismos. Estamos conscientes de la importancia que tiene como “instrumento” la palabra, pero debemos ver dicha herramienta como “un arma”, desde la perspectiva simbólica, a la “palabra” se le ha comparado como una “espada” de doble filo, que al utilizarla un buen esgrimista puede lograr el alcance efectivo deseado, de lo contrario la utilización desaforada de dicho instrumento por alguien no diestro, podría en algunos casos herir a otros, o herirse a sí mismos. Paradójicamente desde una perspectiva particular, el mejor recurso que se podría utilizar para ser un buen “esgrimista” de la “palabra” radica en el “silencio”, puesto que desde allí en ese plano etéreo llamado conciencia, podemos analizar todo nuestro entorno desde un ángulo mas objetivo, donde miremos las cosas en el detalle y no nada más en su conjunto, no solamente ver las consecuencias de las cosas, sino las causas que la originaron propiamente dichas. Pues ese silencio nos permitirá oír también la palabra en labios ajenos, que del mismo modo tendrán algo que decir y eso nos permitirá observar que existen otros puntos de vistas, tal vez concebidos con mejor criterio que el nuestro, puesto que debemos estar conscientes de que no somos dueños de la verdad, ni creer que podemos monopolizar el verbo creyendo que solo a nosotros nos pertenece. Ese “callar” es tan importante, que para poder madurar una idea debe necesariamente estar presente. Ese “silencio” marca la diferencia entre una idea o un planteamiento bien concebido y otro concebido con visos de arrebato cuando no se guarda el debido “silencio”. Nos permitirá el silencio en determinado momento a ser más disciplinados a la hora de ordenar nuestras ideas o plasmar algún planteamiento, nos permitirá ser aun más ecuánimes a la hora de emitir un juicio o esbozar una crítica, constructiva por supuesto. Por otro lado no debemos emitir juicios de valor de forma inapropiada para con nuestros iguales puesto que estaríamos dándole un mal uso a ese “don” llamado “palabra”, debemos ser ecuánimes en nuestras acciones y sobre todo con nuestro verbo, la frase o palabra no pronunciada suele ser vista como un ave en cautiverio, pero una vez liberada no podrá jamás ser devuelta a su estado cautivo. Debemos en lo posible adosar a nuestras palabras un ánimo que lleve a quienes nos escuchen o nos lean a un nivel de reflexión auténtico, progresista de verdaderos valores humanísticos. Reconocer y sobre todo estar conscientes del alcance y el poder que posee la palabra, esto tiene que convertirnos en lo adelante en seres humanos más comprometidos con lo que decimos, no dejarnos llevar ni mucho menos instigarnos por influjos verbales de descredito que a ningún destino deseado nos lleva.
Y recordemos siempre; Salud para seguir disfrutando con nuestros familiares, queridos hermanos y amigos, Fuerza para que soportemos las cargas entre si y Unión para dejar de ser tantos y convertirnos en uno solo.