Desde tiempos pretéritos ha
existido un equivalente al concepto que nosotros los seres
humanos hemos llamado Energía Vital, y esto ha tenido lugar en sitios equidistantes y en diferentes
culturas. Los griegos lo llamaban Neuma, los antiguos Hindúes Prana, los chinos Chi y los japoneses Ki. Pero en esta oportunidad no
hablaré de ninguna de ellas, puesto qué desde mi punto de vista existe otra
energía que nos da vitalidad, que nos permite soportar los embates y
vicisitudes del día a día dándonos la
fuerza necesaria para seguir erguidos y no sucumbir al final de la jornada. Tenemos
primeramente que la “Energía” tiene por concepto que es una capacidad para obrar,
transformar o poner algo en movimiento y físicamente hablando se define como la
capacidad para realizar un trabajo. Por otro lado tenemos la palabra “Vital”
que no es difícil suponer que está relacionada o es relativa a la vida o como
elemento principal para el mantenimiento de la misma, en muchos casos se
relaciona con fundar sostener o mantener una cosa. Ya teniendo medianamente
conceptualizado esos dos términos, podemos decir que “Energía Vital” es una “Fuerza que nos
permite Vivir”, o podríamos
interpretarlo como la “Capacidad para Vivir”. Esa energía o fuerza que nos
permite “Vivir” no quiere decir que nos “mantiene” con vida físicamente como lo
hace el oxigeno, los alimentos que consumimos, o los medicamentos que nos
prescriben los profesionales de la salud cuando carecemos de ella, puesto que
todos esos elementos nos permiten solo estar con vida o mantenernos vivos y no “Vivir”
como literalmente debe hacerlo cualquier ser humano a plenitud. Vivir significa
disfrutar de todo lo que nos ofrece la vida en sí misma, y a pesar de estar
conscientes de lo corto que suele ser el lapso que nos corresponde deambular
por nuestro planeta, no podemos caer en la decepción de que toda obra que
emprendamos por muy magnánima que sea, siempre tendremos a nuestro lado la
sombra de la muerte o que en cualquier momento expiremos y dejamos de existir, pero
esperamos desde nuestro más profundo
interior de que mas allá de la vida volvamos a encontrarnos, este nivel de
conciencia solo lo tenemos los seres humanos, es decir solo los seres humanos
tienen conciencia de la vida y de la muerte, estamos conscientes de que nuestra
existencia en algún momento caducará y a sabiendas de todo ello seguimos
adelante con todos nuestros planes o proyectos. Seguimos creyendo en el amor a
pesar de conocer lo amargo que resulta ser el desamor, seguimos creyendo en los
seres humanos que nos rodean en nuestro entorno a pesar de haber sido
traicionados eventualmente, creemos en nuestros hijos no importa lo que hagan o
dejen de hacer, no importa lo menesterosa que esté nuestra situación económica
creemos y esperamos que tarde o temprano mejorará. Es nuestra naturaleza como
seres humanos conscientes o con un habitual uso de la conciencia, el de
constantemente “esperar” que todo al final resultará bien, estamos siempre esperando, pero nunca
se espera nada negativo, esperamos siempre cosas positivas, cosas que nos
permitan realmente “vivir”. Esa Energía Vital a la cual hoy hago
referencia todos la conocemos y se le denomina Esperanza. La Esperanza es una de las tres virtudes teologales qué
desde mi humilde opinión es la más importante, puesto que un individuo sin ella
no gozaría de esa energía que le permita seguir con su día a día a pesar de
tantos desafueros ocurridos a nuestro alrededor, cualquiera sin la vitalidad
que genera la esperanza sucumbiría ante tanta ignominia y tanta crueldad
generada en nuestro mundo, alguien sin esperanzas descartaría eventualmente en
procrear hijos, tan solo de ver tanta violencia en las calles, no es criticable
que alguien al mirar tanta miseria deseche esa idea, pero para aquellos donde
prevalece el optimismo tienen la esperanza
de que algún día la violencia acabará y nuestro mundo eventualmente sería
un mejor lugar para vivir. La Esperanza nos da la fuerza
necesaria para seguir sobre el camino de lo bueno, de lo positivo y de lo
natural, la esperanza nos renueva nuestra fibra al final de cada día transcurrido esperando que el día
siguiente siempre sea mejor que el anterior. La
importancia de la esperanza es tal que
algunos han sabido explotar el “uso” de ella para capitalizar sus intereses
particulares, intereses políticos partidistas y hasta intereses económicos, al apelar
a la esperanza de la gente, cuando estas
creen en las promesas emitidas por aquellos que buscan algún beneficio
económico, electoral, particular o de individuos inescrupulosos que se
aprovechan de las necesidades y de la esperanza de las personas, pero al final resultan estafadas, engañadas y burladas. Es
por ello que a pesar de la adversidad en la cual estemos inmersos y de quienes
apliquen demagogia con ella, la
esperanza es lo último que debemos perder.
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