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JJ
Celis

sábado, 12 de octubre de 2013

Energía Vital

Desde tiempos pretéritos  ha existido un equivalente al concepto que nosotros los seres humanos hemos llamado Energía Vital, y esto ha tenido lugar en sitios equidistantes y en diferentes culturas. Los griegos lo llamaban Neuma, los antiguos Hindúes Prana,  los chinos Chi  y los japoneses   Ki. Pero en esta oportunidad no hablaré de ninguna de ellas, puesto qué desde mi punto de vista existe otra energía que nos da vitalidad, que nos permite soportar los embates y vicisitudes  del día a día dándonos la fuerza necesaria para seguir erguidos y no sucumbir al final de la jornada. Tenemos primeramente que la “Energía” tiene por concepto que es una capacidad para obrar, transformar o poner algo en movimiento y físicamente hablando se define como la capacidad para realizar un trabajo. Por otro lado tenemos la palabra “Vital” que no es difícil suponer que está relacionada o es relativa a la vida o como elemento principal para el mantenimiento de la misma, en muchos casos se relaciona con fundar sostener o mantener una cosa. Ya teniendo medianamente conceptualizado esos dos términos, podemos decir que  “Energía Vital” es una “Fuerza que nos permite  Vivir”, o podríamos interpretarlo como la “Capacidad para Vivir”. Esa energía o fuerza que nos permite “Vivir” no quiere decir que nos “mantiene” con vida físicamente como lo hace el oxigeno, los alimentos que consumimos, o los medicamentos que nos prescriben los profesionales de la salud cuando carecemos de ella, puesto que todos esos elementos nos permiten solo estar con vida o mantenernos vivos y no “Vivir” como literalmente debe hacerlo cualquier ser humano a plenitud. Vivir significa disfrutar de todo lo que nos ofrece la vida en sí misma, y a pesar de estar conscientes de lo corto que suele ser el lapso que nos corresponde deambular por nuestro planeta, no podemos caer en la decepción de que toda obra que emprendamos por muy magnánima que sea, siempre tendremos a nuestro lado la sombra de la muerte o que en cualquier momento expiremos y dejamos de existir, pero esperamos desde nuestro más profundo interior de que mas allá de la vida volvamos a encontrarnos, este nivel de conciencia solo lo tenemos los seres humanos, es decir solo los seres humanos tienen conciencia de la vida y de la muerte, estamos conscientes de que nuestra existencia en algún momento caducará y a sabiendas de todo ello seguimos adelante con todos nuestros planes o proyectos. Seguimos creyendo en el amor a pesar de conocer lo amargo que resulta ser el desamor, seguimos creyendo en los seres humanos que nos rodean en nuestro entorno a pesar de haber sido traicionados eventualmente, creemos en nuestros hijos no importa lo que hagan o dejen de hacer, no importa lo menesterosa que esté nuestra situación económica creemos y esperamos que tarde o temprano mejorará. Es nuestra naturaleza como seres humanos conscientes o con un habitual uso de la conciencia, el de constantemente “esperar” que todo al final resultará  bien, estamos siempre esperando, pero nunca se espera nada negativo, esperamos siempre cosas positivas, cosas que nos permitan realmente “vivir”. Esa Energía Vital a la cual hoy hago referencia todos la conocemos y se le denomina Esperanza. La Esperanza  es una de las tres virtudes teologales qué desde mi humilde opinión es la más importante, puesto que un individuo sin ella no gozaría de esa energía que le permita seguir con su día a día a pesar de tantos desafueros ocurridos a nuestro alrededor, cualquiera sin la vitalidad que genera la esperanza sucumbiría ante tanta ignominia y tanta crueldad generada en nuestro mundo, alguien sin esperanzas descartaría eventualmente en procrear hijos, tan solo de ver tanta violencia en las calles, no es criticable que alguien al mirar tanta miseria deseche esa idea, pero para aquellos donde prevalece el optimismo tienen la esperanza de que algún día la violencia acabará y nuestro mundo eventualmente sería un mejor lugar para vivir. La Esperanza nos da la fuerza necesaria para seguir sobre el camino de lo bueno, de lo positivo y de lo natural, la esperanza nos renueva nuestra fibra al final de  cada día transcurrido esperando que el día siguiente siempre sea mejor que el anterior. La  importancia de la esperanza es tal que  algunos han sabido explotar el “uso” de ella para capitalizar sus intereses particulares, intereses políticos partidistas y hasta intereses económicos, al apelar a la esperanza de la gente,  cuando estas creen en las promesas emitidas por aquellos que buscan algún beneficio económico, electoral, particular o de individuos inescrupulosos que se aprovechan de las necesidades y de la esperanza de las  personas, pero al final  resultan estafadas, engañadas y burladas. Es por ello que a pesar de la adversidad en la cual estemos inmersos y de quienes apliquen demagogia  con ella, la esperanza es lo último que debemos perder.

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